miércoles, 17 de junio de 2009

LIBRO: EVITANDO EL BULLYING HOMOFÓBICO

IÑIGO LAMARCA, autor de DIARIO DE UN ADOLESCENTE GAY.

"Hay víctimas de bullying que lo ocultan para no exteriorizar su homosexualidad"
Ante los "casos de acoso, agresiones verbales y vejaciones homofóbicas que siguen produciéndose en la escuela y fuera de ella", Lamarca insta a respetar la orientación homosexual para que "ningún niño tenga ese lado oculto con tantos elementos nocivos para su autoestima y desarrollo"

Arantza Rodríguez

BILBAO. "Sergio no sabe euskera, lo está aprendiendo, pero ha leído el libro ahora que se ha traducido". Al igual que su marido, cualquiera puede descubrir el pasado de Iñigo Lamarca en Diario de un adolescente gay. Una obra de la que habla apasionadamente. Tanto que está dispuesto a alargar la entrevista, a costa de cambiar una comida de cuchara y mantel por un bocadillo.

En su libro hace un streptease emocional en toda regla. ¿Qué le impulsó a dar ese paso?

Cuando fui adolescente había un rechazo radical, incluso cruel, de la homosexualidad. A mediados de los 70 ser gay era un pecado, un delito, algo antinatura, una desviación. Esas circunstancias fueron terriblemente nocivas para mí porque dañaron gravemente mi autoestima. Aunque han evolucionado y mucho, esas circunstancias siguen persistiendo. De ahí que consideré necesario arrojar testimonios acerca de la vivencia que hemos tenido las personas homosexuales.

Debió ser difícil, no obstante, airear sus secretos más íntimos...

Hoy en día sigue existiendo bastante desconocimiento sobre la homosexualidad. Es importante hacer pedagogía social para que la gente tome conciencia y tenga una información rigurosa de lo que es la orientación homosexual y la homofobia. En ese sentido considero que los extractos de mi intimidad a los que doy publicidad forman parte también de la historia de la homofobia. Aun siendo una decisión costosa, ésas fueron las razones por las cuales decidí contar partes de mi vida, incluso de un diario que escribí desde que tenía 15 años.

Ha llovido mucho desde entonces, la sociedad ha cambiado, pero uno se imagina a un adolescente gay hoy en día con las mismas dudas y temores que sufrió usted.

Ahora hay una situación de plena igualdad legal, hasta el punto de que las parejas del mismo sexo podemos casarnos, pero el cambio social ha ido más lento. Sigue habiendo homofobia. Hay niños y niñas en las escuelas que son víctimas de bullying homofóbico y que lo ocultan para que no se exteriorice su homosexualidad, con lo cual sufren una doble victimización.

A usted también le costó mucho sincerarse con su familia y amigos.

Yo mantuve absolutamente oculta mi condición homosexual hasta los 22 años, porque lo viví con una doble conflictividad, la interna y la que venía del rechazo del entorno. Yo no fui víctima de acoso homofóbico porque me camuflé como un niño heterosexual, pero sí sentía la presión de un entorno que en cuanto a valores culturales e ideológicos excluía la homosexualidad y ahí se produce un primer conflicto.

Tiene que ser muy duro sentirse rechazado, pero más terrible debe ser aún rechazarse a sí mismo.

Al principio tuve un proceso personal costoso y complejo para aceptarme y respetarme. Me rechazaba a mí mismo y percibía que si se exteriorizaba mi homosexualidad y me planteaba compartirlo con mis seres más próximos, podían no comprenderlo ni aceptarlo y entonces prefería mantenerlo en silencio. Además, les podía dar un disgusto a mis padres porque la consideración que se tenía de la homosexualidad era tremendamente negativa.

Al final reunió el valor suficiente para confiarse a una amiga.

A partir de ahí fui socializando mi condición homosexual y me di cuenta de que, como había hecho esa labor previa de respetarme a mí mismo y de poner como norte de mi vida la defensa de mi dignidad, la gente que me quería no me planteó ningún problema. Al contrario, me reprocharon el no haberme confiado antes a ellos, pero tal fue el tensionamiento con el que viví yo la homosexualidad, construyendo un mundo herméticamente cerrado con mis problemas, mis ansias y mis ensoñaciones, que me costó un cierto tiempo salir de ese agujero, pero cuando salí las cosas fueron relativamente fáciles y sencillas.

Sus padres permanecieron totalmente ajenos a su sufrimiento.

Ellos no tuvieron ninguna noción de que yo estaba viviendo este proceso. Desde una edad muy temprana tuve la capacidad de generar recursos para preservar al máximo mi intimidad de sentimientos, de manera que no trascendiera lo más mínimo. Era un niño que me socializaba bien, no problemático y por tanto pasó totalmente desapercibido, incluso a mis seres más próximos, ese proceso interno que viví.

¿Qué le dijeron cuando se enteraron de lo mal que lo había pasado?

Cuando tuvieron conocimiento de ello, primero se sorprendieron muchísimo y después tomaron conciencia de que buena parte de todo lo que yo viví se podía haber evitado si yo me hubiese confiado a ellos con anterioridad, pero agua pasada no mueve molino.

Su experiencia puede servir para orientar a padres de chavales gays y que su historia no se repita.

Me gustaría que este testimonio fuese válido para que muchos padres y madres tomasen conciencia de que la orientación sexo-afectiva es diversa y de que es el azar el que determina que una persona sea homosexual o heterosexual. A partir de ahí deberían tener una actitud de pleno respeto hacia todas las orientaciones de manera que aquellos niños y niñas que tienen una orientación homosexual y son conscientes de ello, cuando despierten a la sexualidad, tengan un entorno familiar, social y escolar que favorezca su desarrollo personal y proteja debidamente su bienestar, su felicidad y su dignidad.

Su libro se publicó en euskera en 1998. ¿Le ha agradecido algún adolescente gay que lo haya escrito?

Sí. Los comentarios que me hicieron llegar es que muchas de las vivencias que yo expreso -todo lo relativo al miedo, al desasosiego, incluso a la angustia- también las habían padecido ellos en mayor o menor medida y me agradecían que el texto les hubiera ayudado a acelerar su proceso de autoaceptación.

FUENTE: http://www.deia.com/es/impresa/2009/06/15/bizkaia/gizartea/569192.php

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