lunes, 13 de julio de 2009

RETO A LA AUTORIDAD

Resistencia a la autoridad del profesor, rebeldía y, en menor medida, insultos o amenazas. Son casos puntuales en los institutos de Galicia pero, la incapacidad para controlar el mal comportamiento de ciertos estudiantes, ha causado más de una baja entre los docentes. Para los alumnos conflictivos la expulsión del centro es un castigo deseado.

SELINA OTERO - VIGO Un adolescente tecleaba sin tregua y mandaba mensajes por móvil mientras el profesor de Matemáticas trataba de explicar las ecuaciones de segundo grado. Le requisaron el teléfono. Al día siguiente se presentó en clase con otro móvil. Mintió a sus padres: les dijo que lo había perdido o se lo habían robado. Acto seguido le compraron uno nuevo, mientras el anterior permanecía en el despacho de la Dirección del IES (Instituto de Educación Secundaria) a la espera de ser devuelto a su propietario.

Son anécdotas puntuales que ocurren en clase narradas por profesores de Secundaria que prefieren mantener al margen su identidad. Aunque las faltas no suelen ir más allá de la desobediencia, la indisciplina o el insulto, en algunos institutos se ha llegado a la amenaza o al acoso a un determinado docente (pintadas, daños en su coche y actitudes burlescas a través del móvil o de Internet).
Los expertos aseguran que no se debería "magnificar" este tipo de situaciones conflictivas porque "puede causar una alarma social desproporcionada". De hecho, en Galicia sólo el 2% de docentes de Secundaria ha presentado alguna queja formal o reclamado ayuda. No obstante, en muchas ocasiones la incapacidad de controlar a los alumnos "que te revientan la clase día tras día" ha causado más de una baja en el cuerpo de profesores de Educación Secundaria Obligatoria (ESO).
Ana (nombre ficticio de una alumna de 15 años) acudía habitualmente a clase y ni se dignaba a sacar los libros de la mochila. Mientras la profesora explicaba, ella navegaba por su mente, lejos de la realidad del aula, con la mesa completamente vacía y las manos en los bolsillos. Tras un inexplicable impulso se levantó y se puso a hablar en alto, interrumpiendo la lección de la profesora. "Siéntante ya, ten la decencia de comportarte y por lo menos saca los libros de la mochila, aunque no les hagas ni caso. Tu verás, es tu futuro", ordenó de inmediato la docente mientras pensaba qué hubiera pasado si ella en su adolescencia se comportara de ese modo con cualquier ex profesor de su instituto. Impensable, claro. "No quiero y tu no eres nadie para mandar sobre mí", contestó Ana, valiente, ante el resto de compañeros. La profesora, herida en su autoridad, se acercó a la mesa de la alumna a medida que aumentaba el nerviosismo de la adolescente y la tensión en el aula. "Saca los libros de la mochila y ponlos sobre la mesa", repitió la profesora. "La mochila no me la toques porque es mía y no tienes derecho", recalcó Ana, erguida y desafiando el espacio físico de la profesora. "Se me acercó demasiado y la chica estaba muy nerviosa porque, a su actitud de rebeldía, se sumaba algún que otro problema personal. En aquel centro no había sala de expulsión y yo no podía echarla porque las normas del instituto prohibían al alumnado estar en los pasillos o marcharse de clase, que posiblemente fuese su principal deseo. Al final tuve que llamar al director, quien gestionó el castigo pertinente", recuerda la docente.
En otra ocasión, y a modo de ejemplo, uno de los líderes de clase, acompañado por dos colegas, insultó a una profesora cuando se cruzaron por las escaleras. "Fue un taco bastante fuerte y no era la primera vez". La docente, indignada, dijo: "Chico, pareces tonto". El alumno acudió al jefe de estudios a trasladarle esta frase bajo el tópico "me tiene manía". Entraron los padres en escena, que sobreprotegían al niño, y hasta tuvo que haber un careo. "Tu palabra contra la mía". El caso acabó en baja temporal para la docente, que no contó con el apoyo necesario del claustro. "Lo más habitual son las faltas de respeto al profesor. Algunos se niegan a trabajar, a traer el material a clase y los profesores, ante esto, no pueden hacer gran cosa. El problema se agrava en 2º de ESO (14 años), con repetidores de 1º. Se pide la colaboración de los padres pero muchas veces no saben qué hacer. Los chicos se envalentonan cuando están en grupo. Cuando están conmigo en la terapia parecen otra persona. También vi una disputa entre dos chicas en el patio; se peleaban por el mismo chico mientras éste pasaba de todo", narra una orientadora que ha pasado por varios institutos gallegos y cuya función es tratar de reconducir al alumnado que muestra una conducta inapropiada. Según la orientadora, la clave está en los alumnos que se ven obligados a ir a clase pero no quieren seguir estudiando, no les gusta. "Han perdido el hábito de estudiar; llevan sin tocar un libro dos años. Sólo quieren irse y ponerse a trabajar, pero si alguien les consigue algo porque ellos son incapaces de buscarse la vida. Tienen una imagen irreal del mercado laboral. Muchos de ellos regresan años después, para graduarse en educación de adultos", explica la orientadora.
Para los expertos en orientación escolar, ha habido un cambio de valores y los más jóvenes no asumen responsabilidad alguna porque nunca se les ha asignado tareas, "se lo hemos dado todo". "Tienen unos valores muy materiales; creen que con tener dinero en casa ya es suficiente. No se plantean retos. Son poco tolerantes a la frustración: cuando tienen un problema no saben afrontarlo, quieren una solución inmediata, ya. Son más infantiles para unas cosas pero para otras se las saben todas. Hay alumnos que son expulsados hasta cinco veces en un curso", confirma la orientadora, quien advierte: "si no trabajamos con las familias no lograremos arreglar nada".

FUENTE: http://www.farodevigo.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009071300_4_347953__Galicia-toques-mochila

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